2 de octubre de 2008


Había días en los que se conocía demasiado y sabía que lo que necesitaba ahora era la soledad. De esa que se elige, no de la que sientes. Pasaba demasiado tiempo rodeada de gente y sólo pensaba en desaparecer. Pero sabía que no siempre se podía hacer lo que a uno le place. Tiempo para leer, para cuidarse, para pensar. Para escuchar la nada y tirarse horas en el sofá viendo películas románticas... de esas que niega a todo el mundo que le gustan. Y que también la hacen llorar. Pero el destino-azar era caprichoso y tenía lo que no quería. Porque no llovía fuera... sino dentro. Porque fuera sólo había gente, pero dentro...

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