9 de septiembre de 2009

El hastío de todo plantea exigencias colosales a la voluntad para seguir hablando con otros y hasta para soportar su presencia. Dejo de preocuparme totalmente por la familia y los amigos. Nadie puede comunicarse conmigo. Los odio por tratar de hacerlo y los odio por no intentarlo. Una odia a la gente que se preocupa porque no se considera digna de ser querida y la odia si no se preocupa porque una quiere ser querida. De todos modos, una siempre pierde. Los conflictos que generan sentimientos opuestos como estos son insoportables.
Asimismo, las personas con las que me pongo en contacto tienen efectos impredecibles, por lo que trato de evitarlas. La amabilidad y el cariño al encontrarlas hacen que una se sienta peor. Un saludo jovial del vendedor de un negocio puede hacer que una se largue a llorar y seguramente no será un incentivo para seguir comprando.
Ver a otras personas felices o eficientes ocupadas hace que me dé cuenta de cuan inutil soy, y qué desvalida es la situación en que me encuentro. Surgen enormes impulsos de resentimiento al tener que enfrentar las necesidades perfectamente razonables de los demás.


Jack Dominian

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